sábado, 17 de enero de 2015

PATOGNOMÓNICO/A

¡¡Pues ya estamos de vuelta!! Se os ha hecho largo, ¿verdad? Volvemos a la carga con más ganas, después de unas semanas en que los médicos nos han mantenido alejados de los diccionarios. Y no, ¡no era un problema de adicciones lingüísticas!
Como, por suerte, los problemas de salud se han resuelto favorablemente, ¡qué mejor manera de homenajear a la medicina que con una fantástica esdrújula medicinal!

Pudiera parecer que algo patognomónico es algo perteneciente a una vieja dinastía de alguna cultura antigua, pero es algo mucho más corporal. Eso sí, podría ser hereditario y hasta contagioso...


A partir de pato- [dolencia, afección] y el griego γνωμονικός, que indica, obtenemos patognomónico/a. Se dice, en el ámbito de la medicina, de un síntoma "que caracteriza y define una determinada enfermedad"; es decir, es un indicador único y específico que permite un diagnóstico preciso.

¡Qué fácil sería para los galenos que cada enfermedad tuviera su signo patognomónico...! El concepto es fácil de entender pero difícil de encontrar. Parece que existen pocos ejemplos de síntomas patognomónicos; entre ellos, los corpúsculos de Negri que aparecen en las neuronas de los afectados por la rabia, la orina rojiza en la porfiria o con olor a moho en la fenilcetonuria, los xantomas palmares en los casos de hiperlipoproteinemia o las manchas de Koplik en la boca de los enfermos con sarampión.

En cualquier caso, lo mejor es que no sufráis ningún síntoma de este tipo. Si acaso tenéis que padecer alguno, que sea tener la web de la RAE como página de inicio, anotar las palabras extrañas que captéis en conversaciones ajenas o escudriñar periódicos y telediarios en busca del gazapo despistado... ¡Son signos patognomónicos inequívocos de la ensaladitis palabroide!

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